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PLUTONIO, EL ELEMENTO MÁS TOXICO EXISTENTE

PLUTONIO, PULMONES Y EFECTO DE PROXIMIDAD

Artículo original: http://capitandelasardina.wordpress.com/2011/04/20/plutonio-pulmones-y-efecto-de-proximidad/

En la controversia actual relativa a la elección nuclear hay que permanecer objetivo. Un campo tan grave, que implica el porvenir para lapsos de tiempo nunca considerados antes, es decir decenas de millares de años, debe ser abordado sin emoción especulativa, que falsearía los datos científicos y las informaciones publicas.

EL MIEDO DEL MIEDO

Hay que lamentar que algunas cadenas fueron impuestas a la información nuclear en el pasado. Queda actualmente una reliquia bastante curiosa y bastante molesta, una información patológica, que yo llamaría “el miedo del miedo” y que golpea especialmente a los medios dirigentes que tuvieron, hace unos años, la misión de informarse de las cuestiones nucleares y de divulgar solamente lo que se les prescribía. De ésta forma, con un retraso de una guerra, como habitualmente, Europa tiene aún a sus altos funcionarios angustiados por las informaciones nucleares, funcionarios que frenan los intercambios de información “que podrían inquietar al público”.

Éste miedo al miedo debe ser apartado definitivamente si queremos un debate democrático en materia nuclear, debate que no tolera ser frenado más. Aconsejamos pues a aquellos que tienen miedo de no abordar el tema nuclear, mantenerse en los campos que no perturben ni su comportamiento, ni su juicio, ni sus intereses superiores de la biosfera y de las grandes colectividades. Por ello nos dirigimos al espíritu, al corazón y al juicio, factores esenciales de elección lucida en los hombres y mujeres sanos, libres e instruidos.
Éstas precisiones previas a la entrada en materia propiamente dicha me parecen capitales para evitar una polémica estéril. Añadiré que al tratar el problema nuclear desde hace numerosos años me he visto forzado, por los hechos a constatar que numerosos científicos han tomado posición de buena fe en favor de lo nuclear, porque han confiado en los documentos que les fueron presentados; no dudaron de la corrección deontológica de los informadores. ¿Hay que culparles?. Si es así, todos somos culpables.
Pero lo propio de la ciencia y de la conciencia humana es ésta facultad y éste poder de poner en cuestión que hay dudas que nos advierten y nos sugieren cuestionar. Actuando así estaremos en buena compañía con los Gofman, Tamplin, Geesaman y otros como doctores Pizon.[1] Los científicos que han decidido reexaminar su posición en materia nuclear son cada vez más numerosos.[2] El público también presiona porque hay ahí “algo que revisar”, dando pruebas de éste modo de una “inteligencia de conservación”, expresión que prefiero al “instinto de conservación”, más centrado en la conservación de un individuo, por oposición a la conservación de un conjunto de individuos.

BALANCE VENTAJAS-INCONVENIENTES DE LO NUCLEAR

Quien dice ventajas e inconvenientes dice ventajas serias e inconvenientes serios y no meras ventajas e inconvenientes, al menos en un estudio adulto. Hay que lamentar que este no sea el caso, lejos de ello, en numerosos documentos relativos a lo nuclear que han sido presentados a los que deciden y a los políticos.
Ésta falta de madurez la he constatado en numerosas ocasiones. La mayoría de los documentos favorables al desarrollo nuclear no sólo están literalmente llenos de errores científicos, sino también amputados de sus aspectos esenciales.

Los errores más extendidos identifican ingenuamente los efectos de la radiactividad natural y los efectos de la radiactividad artificial presentándolos como efectos similares. Una vez impresos, éstos errores se reproducen incluso por universitarios imprudentes. He constatado personalmente asistiendo a conferencias que oradores comparaban seriamente la radiactividad de los yesos y de los ladrillos de las casas con las actividades derivadas de las centrales nucleares. Incluso se incriminaba al Sol. Y después se os abofeteaba con los rayos cósmicos. Esas cosas suceden aún hoy. Es evidente que ni el Sol, ni los rayos cósmicos, ni la radiactividad de los suelos, ni la de nuestro ladrillos hacen que nuestras verduras ni nuestra leche sean radiactivas. Ni nuestro aire. Ni nuestras heridas. La radiactividad natural de los suelos no provoca efectos de proximidad. La radiactividad solar tampoco. Los rayos cósmicos tampoco.

A propósito de éstos efectos el Dr. Pierre Pizon, experto nacional francés, se expresa así (“Le manuel du biologiste anti-nucléaire”, 1978 disponible en APRI [3]):
“El efecto de proximidad quita valor a las medidas físicas de la exposición ionizante. Los medios físicos detectan y miden la radiactividad total o analizada en gamma, beta, alfa. Para el biólogo, sólo cuenta la radiactividad localizada intensa, el efecto de proximidad, que resulta de la fijación, de la incorporación, y de la acumulación de elementos radiactivos, que pone en juego un número considerable de factores, unos y otros no detectables, asociados al azar. El efecto de proximidad será tanto más violento en cuanto que la ionización se ejerza en un radio tisular reducido; este radio depende de la tasa de transferencia de energía, que representa una magnitud física perfectamente determinada. El concepto del período efectivo corolario del período biológico, conserva ciertamente su valor, pero éste no es más que de esencia estadística. A escala microscópica, a escala histológica, a escala individual, la realidad lo contradice” páginas 3556 y 3557.

“Justamente es porque la radiactividad artificial transforma elementos inertes en elementos emisores de radiaciones ionizantes por lo que es temible, mediante la adición de su radiactividad a la radiactividad natural, y muy esencialmente por la creación de innumerables fuentes fisiológicas de irradiaciones específicas de tejidos y de órganos. Ésta evidencia lleva a indicar desde ahora que los peligros biológicos que se desprenden de la dispersión y de la perennidad de los cuerpos radiactivos resultan de la acción celular de la ionización, que induce enfermedades de tejidos y de órganos de desarrollo lento, por lo tanto de manifestaciones aparentemente retardadas de aspectos crónicos. La ignorancia de semejantes hechos tan evidentes como perfectamente conocidos deshonra a los propagandistas de la energía nuclear”. (página 3535)

¿LA BOLSA O LA VIDA?

He aquí una cuestión que se nos plantea (¿por quién?) cuando nos machacan con la frase “¿quiere usted lo nuclear o la edad de piedra?”.
Observemos que hay tipos de preguntas al igual que hay tipos de hombres. Y os dejo adivinar la violencia mental que tales preguntas esconde. A semejante tipo de interrogación debe ser: no quiero darle ni mi bolsa, ni mi vida.
De hecho, veremos que la sana lógica hace que nos neguemos tanto a lo nuclear como a la edad de piedra.
Incluso, podría darse el caso de que la aceptación de lo nuclear nos condujese directamente a la edad de piedra mediante un siniestro atajo. Desconfiemos pues de los numerosos sofismas lanzados al mundo que han precipitado a la sociedad cabeza abajo hacia la era nuclear que conocemos, colocándonos delante de una situación mundial de facto inadmisible: una política nuclear de hechos consumados.
A ésta política opondremos nuestra política de derecho: aquella de la vida en condiciones aceptables, felices y armoniosas. Política de derecho que resumimos en una frase: “El derecho de escoger nuestro buen derecho”.

PODER ESCOGER

Pero para poder escoger libremente, es necesario poder “dirigir las elecciones” libremente, escoger verdaderamente uno mismo, acto de hecho imposible o por lo menos disminuido, si el abanico de las opciones reales está censurado, pues en materia de elecciones la censura hace que la elección sea ilusoria. Es por lo que estamos a favor de una información verídica y libre en materia nuclear.
Lo original del estudio que voy a presentaros, relativo al efecto de proximidad, ha sido publicado en la revista trimestral SUPERVIVIENCIA UNIVERSAL número 9 de julio 1976[4]. Después ha sido publicado por la Asociación francesa para la protección contra las radiaciones ionizantes (APRI) en la revista trimestral PRI – dirigida por M. Jean Pignero – en su número doble 65-66 del 2º y 3º trimestre de 1977, titulado: “El plutonio, pesadilla integral -2” .[5]

Puesto que comprende mejor la cuestión al estar más cerca del fenómeno vital, el biólogo no ha ignorado la importancia del efecto de proximidad.

Sin embargo aunque los fenómenos vivos sean extremadamente complicados, no es menos cierto que vivimos, que la vida está en nosotros y que es tan preciosa para el común de los mortales como para el biólogo. Es por ello que éste último tiene la obligación de recordánoslo y de advertirnos contra una práctica sin precedentes, irreparable, irresponsable: la manipulación industrial de los isotopos radiactivos naturales, su concentración, para llegar a la producción y a la diseminación de los isotopos radiactivos artificiales en la biosfera y el cosmos, con todas las trágicas consecuencias que semejantes prácticas comportan. Y es éste grave problema el que ilumina el último libro del Dr. Pierre Pizon, el manual del biólogo antinuclear, libro que todo progresista, todo universitario, todo autodidacta, debería poseer.[8]

Por mi parte antes de llegar ahora al texto relativo al efecto de proximidad propiamente dicho añadiré: “La historia de la humanidad comporta aspectos particularmente sombríos, períodos donde la locura asesina era particularmente honrada y practicada públicamente: tal fue el lamentable período de la ex terminación masiva de los bisontes americanos. El hombre es responsable de la desaparición de numerosas especies animales para siempre, para la eternidad. Pero si debiésemos perder, gracias a lo nuclear, los valores genéticos, definitivamente valdría más que los Curie, Roentgen, Fermi y otros no hubiesen nacido jamás. Y aquellos a los que ésto pueda escandalizar deberían observar el fondo de las cosas y no su forma. Ir más al fondo y constatar que la Ciencia se ha embalado, que va a buscar nódulos al fondo de los mares, pero que es incapaz de remediar la gran catástrofe de los mares, como ese petrolero gigante que ha concebido en su seno y que aborta a pesar de ella sobre las costas, hundiendo regiones de pescadores en la miseria y la desesperanza, aniquilando una fauna y una flora preciosa, envenenado el mar que nutre a la humanidad hambrienta y debería seguir haciéndolo en el futuro próximo. Cuántas contradicciones visibles, accidentes imprevistos, elementos que se escapan a las estadísticas elaboradas por nuestros cerebros humanos y electrónicos. .”

PLUTONIO, PULMONES Y EFECTOS DE PROXIMIDAD (texto original).

En 1974 publiqué un artículo bastante largo titulado “Riesgos nucleares inaceptables” (APRI) donde denuncié los efectos de proximidad.
En 1975, interrogado porla revista francesa “Presse Environnement” nº du 24-1-75 (86, rue de Monceau, 75008 París), al respecto de mi argumentación, el comisariado de la energía atómica francés respondía reconociendo la existencia del efecto de proximidad y añadía que por supuesto estaban tomados en cuenta en las medidas de seguridad. Suplemento al nº 127, páginas P. y N. Spéciale (II) 2.
Ésta revista consagró un artículo bastante completo a la cuestión el 24 de enero de 1975 bajo el título “Energía nuclear: la C.E.A. contradice los argumentos aún inéditos avanzados por la asociación “Survie Belgique”.
En éste comienzo de 1976, decidí publicar el aspecto técnico de la cuestión a fin de probar que la C.E.A. francesa prácticamente está obligada a que sea imposible tomar en cuenta éstos efectos, en las medidas de seguridad, sin tener que proscribir inmediatamente la paralización total e inmediata de todas las industrias nucleares.[9]

Foto: una partícula de plutonio en un tejido pulmonar.

El aspecto técnico desarrollado aquí revela que un polvo de plutonio de un diámetro del orden de la micra (una millonésima de metro) mata localizándose simplemente en un pulmón: éste polvo proporciona en efecto más de 100.000 rads en un año a una zona del pulmón que lo rodea, zona muy pequeña, delimitada por una esfera de un diámetro del orden de la décima de milímetro que tiene el polvo radiactivo como centro.[10]
Estimo que debo revelar el artificio del cálculo utilizado por los científicos pro nucleares para engañar a los científicos de las demás disciplinas y al público. Antes de exponer los cálculos propiamente dichos, daré un ejemplo de éste artificio de cálculo, aplicándolo a un campo donde el vicio del razonamiento es más aparente. He aquí este ejemplo:

¿Qué pensáis de la siguiente afirmación?:
“Se puede sostener que una bala de fusil no es peligrosa”.
Basta que hagamos abstracción del punto de impacto (que evidentemente, absorbe toda la energía cinética del proyectil) que se suponga que toda la energía cinética de la bala será absorbida por una zona más grande, como por ejemplo toda la superficie del cuerpo, en ese caso es demostrable que no se constatará ningún punto de ruptura de la carne.
Es evidente que en este ejemplo comprendéis inmediatamente el razonamiento viciado, que consiste en no tener en cuenta el hecho, real que la bala ataca en un lugar bien preciso y no en todo el cuerpo o en todo el órgano. Fuerza la ruptura en un punto porque concentra toda la energía sobre una pequeña superficie o zona y a energía igual, cuanto más pequeña es la zona, más cierta es la ruptura.
De esta forma, en el caso estudiado para el polvo de plutonio, se engaña gravemente al público si se supone en los cálculos que la energía liberada en un tiempo determinado por el polvo radiactivo, se difunde a todo el pulmón, mientras que en realidad, ésta energía ataca con una gran precisión a una zona bien determinada del pulmón y por lo tanto es muy peligrosa porque puede provocar la muerte.[
11]
Añadamos, para los no científicos que en el caso del polvo de plutonio 239 de un diámetro del orden de la micra (milésima de milímetro), alojado en un pulmón, la zona a considerar (la pequeña esfera de carne que rodea al polvo) es lesionada a razón de un tiro de partícula alfa (expulsión de un núcleo de helio proyectado en la carne aproximadamente a 20.000 kilómetros por segundo) cada minuto ( más exactamente 1.414 tiros por cada 1000 minutos).

En éstas condiciones de agresión repetida, el cuerpo se encuentra en la imposibilidad de restaurar la zona, por muy pequeña que sea, constantemente destruida.[12]
Todo sucede de hecho como si se pidiese a unos albañiles construir una casa alrededor de una ametralladora que tiraría en cualquier dirección y sin advertirles, aproximadamente un tiro cada minuto.
En éste ejemplo que los albañiles son los materiales biológicos drenados por el cuerpo hacia la zona destruida a fin de efectuar las reparaciones mientras que la casa a construir es la zona del pulmón a restaurar. Por último se comprenderá que el papel de la ametralladora es brillantemente representado por el polvo radiactivo de plutonio que puede tirar sin discontinuidad a la misma cadencia durante numerosos años (un polvo de plutonio solo disminuye su cadencia de tiro muy lentamente y sólo alcanza la mitad de ésta cadencia después de un enorme período de 24.000 años, período muy largo con relación a la duración de la vida de un hombre).[13]
Todo ésto nos deja ver que éste terrible polvo tira a la misma cadencia incluso si permanece varios años en el pulmón.
El fenómeno de ametrallamiento intensivo e ininterrumpido considerado juega a una escala muy pequeña, pero esto no cambia nada de la realidad que lleva ni más menos al desencadenamiento del cáncer de pulmón.[14]
Las comparaciones y ejemplos que preceden deben permitir comprender, de forma simplificada, para aquellos que rechazan los cálculos, que los materiales biológicos aportados por el organismo hacia la zona pulmonar lesionada son destruidos antes de poder reconstituir las células a reemplazar en ésta zona que repitamoslo, está sometida a una ionización intensa (como vamos a demostrar) durante largos períodos gracias a los tiros alfa salidos del polvo de plutonio.
Ésto es la constatación de que una irradiación local y repetida es nociva y presenta efectos necrosantes: el cáncer proliferará en todo el organismo a partir de la zona, por muy pequeña que sea, sometida a una ionización intensa durante un tiempo suficiente.
De hecho se trata, por parte del organismo, de un reacción ante el agotamiento de la facultad de reparación en un lugar bien preciso que ha sido destruido numerosas veces.
El caso importante que vamos a exponer, por cálculos, vía relaciones bastante simples, es en realidad bastante diferente del caso de la irradiación total (irradiación intensa y breve que proviene de la explosión de una bomba atómica o de una manipulación o exposición importante a una fuente radiactiva insuficientemente blindada) con agotamiento de las facultades generales de restauración que se sitúa aproximadamente en los 600 rem para todo el organismo (mortalidad del 100% en éste caso).
Aún oímos sin embargo y a menudo en nuestros días a los especialistas que citan cuadros que se relacionan únicamente con las irradiaciones totales, intensas y breves (caso de Hiroshima, cuadros que provienen de datos militares antiguos) hablando de los peligros de las centrales nucleares y de la contaminación crónica que provocan en la biosfera. [15]
Se trata aquí, y el lector lo comprenderá, de un error fatal y lamentable. Los efectos de la contaminación radiactiva de los alimentos y de la atmósfera por las centrales e industrias nucleares así como por las lluvias diferidas de las explosiones nucleares “pacíficas” (o no) actúan de forma totalmente diferente sobre los organismos. He tratado este problema, en respuesta al “Libro blanco francés” relativo a la ausencia de nocividad de las explosiones atómicas pacíficas francesas en un trabajo bajo el título: “Libro negro sobre las explosiones nucleares francesas” editado por P.R.I. (A.P.R.I.)
Vamos pues a ser víctimas de irradiaciones localizadas intensas, crónicas, internas, a veces en detrimento de órganos bien específicos (efecto de focalización) que concentran ciertos elementos radiactivos de forma preferencial (por ejemplo la glándula tiroides que concentra el yodo), a veces en detrimento del organismo entero a partir de localizaciones pulmonares u otras (vía el ciclo: polvos atmosféricos – pulmón o heridas varias).
El famoso cuadro que presenta las cifras muy conocidas, variando de 25 Rem a 600 Rem, no es en absoluto aplicable en lo que respecta a las irradiaciones crónicas. Es pues realmente erróneo citarlo cuando se habla de los peligros de las centrales nucleares, excepto en lo que concierne a la evacuación rápida accidental de los desechos radiactivos a gran escala ( accidente mayor probable o asimilado). Los ataques de las industrias nucleares contra el público revelan en general actualmente una contaminación insidiosa, permanente, acumulativa, crónica y generalizada. El viento lleva los polvos a una distancia de aproximadamente 1000 kilómetros en 24 horas y nadie puede garantizar que no va a respirar su polvo que contiene plutonio o algún otro regalo radiactivo. El ataque, pues se trata verdaderamente de un ataque, de una agresión grave, es extremadamente insidioso puesto que no es doloroso y no es detectable; se trata pues de un ataque que nos concierne a todos en cualquier parte donde estemos, cualquier cosa que hagamos: Si, la guerra nuclear industrial contra el género humano ha empezado desde hace varios años y habrá que tomar absolutamente disposiciones draconianas para hacerla desaparecer irreversiblemente, bajo pena de condenarnos a muerte.
Algunos encontrarán estas afirmaciones duras, pero ¿qué se puede contra la realidad?. ¿Acaso la necesidad no es la ley? ¿Es posible patear la verdad porque algunos prefieren manipular capitales inmensos sin pensar en generaciones futuras e incluso en sus propios intereses inmediatos y reales?.

CÁLCULO DE LOS EFECTOS DE PROXIMIDAD

Antes de continuar los cálculos que demuestran que un polvo de plutonio 239 proporciona dosis insospechadas en las inmediaciones inmediatas del lugar pulmonar donde se alojan hay que saber previamente algunas cosas:

– que el plutonio 239 es principalmente un tirador de partículas alfa que tienen cada una una energía de aproximadamente 5 MeV ( 5.000.000 de electrón-voltios);
– que las partículas alfa, mucho más pesadas que los electrones, no pierden sin embargo toda su energía cinética en una distancia muy pequeña cuando son emitidas a partir de una localización pulmonar;
– que esa distancia es del orden de 1/20 milímetros y que ipso facto esta distancia determina una zona de acción que encaja la energía ionizante;
que es particularmente lamentable que algunos científicos hayan manipulado las zonas de acción realmente sometidas a ionizaciones intensas para ampliarlas a zonas no concernidas, mucho más grandes, esto a fin de llegar a producir cifras que dan dosis absolutamente falsas a fin de satisfacer las exigencias del patronato nuclear internacional;
– que los cálculos siguientes han sido sometidos al examen del Profesor Doctor en física nuclear Jens Scheer, de la Universidad de Bremen (Alemania) y que, según su expresión, los ha encontrado absolutamente correctos.(ver la carta que me ha dirigido el 7-4-76 al respecto)


2 comentarios

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